Recuerdos de infancia

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Desde pequeña he sentido que la vida es un camino que no se ha de recorrer a solas, pues a través de el vamos a encontrar muchos problemas, obstáculos y apariciones inesperadas que vale la pena compartir con personas que sepan valorar nuestras virtudes y sean capaces de brindarnos un hombro sobre el que llorar y arrepentirnos en el momento en el que más lo necesitemos.

Hace muchos años, yo era tan solo una niña, una persona muy especial llegó a mi vida casi por fruto de la casualidad divina: una nueva familia se mudaba a la casa de al lado, nuevos vecinos, entre los que puede encontrar una niña de mi edad: la perfecta compañera de juegos y travesuras con la que puedo decir sin arrepentirme que he crecido y he aprendido a ser una auténtica mujer.

Mi mejor amiga, mi eterna compañera, casi como una hermana, pues el tiempo pronto nos mostró que éramos muy similares en gustos y personalidad, y no había ni una sola tarde a lo largo de la cual no viviéramos alguna aventura o nos inventáramos algún juego.

Hoy, quiero aprovechar para dar las gracias a ella, la que ha sido mi mejor amiga toda mi vida, por simplemente aparecer en mi vida y estar ahí, dándome la oportunidad de poder aprender a su lado y comprender que la vida es un lugar maravilloso, repleto de oportunidades y en el que no es tan difícil poder llegar a encontrar la felicidad.

Espero que ella, mi amiga más querida, pueda leer estas palabras y emocionarse de la misma manera en la que yo me emociono al escribirla, por que ella ha sido uno de los pilares fundamentales de mi vida.

Gracias por ser como eres, espero que pasemos el resto de nuestra vida juntas y podamos llegar a sentir que el nexo que nos une jamás desaparecerá.

 

 

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